Cuento de bolsillo




Había una vez una mujer que mientras dormía había dejado caer, por un bolsillo descocido, decenas de palabras que había destinado a refacción.
Esa noche, la suma de letras desarticuladas se enredó entre las fibras del género; se escurrió finalmente por entre las partículas de aire y salió de la habitación.
Poco entendía la mujer luego de abrir los ojos. Los significados de las cosas se habían fugado. Salió de la casa como quien sale a la orilla del abismo. Alcanzó a pensar que las palabras sin dueño no podían ir muy lejos y posó su vista sobre el primer remolino cercano que encontró. Allí estaban. Palabras revueltas con hojas de otoño.
Sacó de sus vestidos un inventario de palabras ausentes: taza, amapola, entrevero… pero notó que las que tenia en frente eran más de las que le faltaban. Entonces elevó la vista. Al final del camino había un hombrecito, apenas despierto, desconcertado por sus bolsillos rotos.